
En busca de un final
Una carta enrollada como un pergamino aparece en el buzón de la Sede del Cónclave de Piedra. Al final de la misma se halla la firma de Alarik Vientolunar. Dice así:

Por allí pasó Hipona, nueva incorporación de los Emisarios de Val`nor, para conocernos un poco a todos los Hermanos y charlar, sin embargo, no pudimos atenderla puesto que si nos retrasábamos más, perderíamos el barco hacia Auberdine. Sin embargo, accedió por iniciativa propia a acompañarnos hasta el puerto para despedirse de nosotros y desearme suerte.
Tras salir al exterior y subir a nuestras monturas, dediqué una última mirada nostálgica a la Sede. Nuestra Sede. Posiblemente... Posiblemente era la última vez que la veía.
Tras recibir unas palabras de consuelo por parte de Bedwyr y Elliam, nos pusimos en marcha en dirección al puerto de Ventormenta.
Ishnu dal`dieb, Hermanos,
Escribo este mensaje para relataros, a aquellos que os habéis quedado en Ventormenta, cómo se desarrolla el viaje hacia el Claro de la Luna, y cómo irá el juicio al que me somete el Círculo Cenarion, por asesinato.
Para cuando leáis esta carta, nosotros ya estaremos en Kalimdor, atracando en el muelle de Auberdine.
Anoche terminé de preparar mi equipaje, así como mi armadura y mi bastón de combate por lo que pudiera pasar, mientras esperaba a aquellos Hermanos que insistieron en acompañarme en este importante viaje, que quizás sea el último para mí. Tras un buen rato, un nutrido grupo de Hermanos estábamos en la Sede, dispuestos a partir en busca de mi destino, en busca de un final.

Pregunté a Eladriel acerca del niño que llevó a la Sede hace escasos días. Un niño que encontró en las calles, que no podía hablar y estaba muy asustado. Ella me contó que lo había dejado al cuidado de Matthew "Old" Ox, tras lo cual asentí en gesto de aprobación.
Sin embargo, mi mente se encontraba en otro lugar. ¿Qué me encontraría en el Claro de la Luna? ¿Una cálida bienvenida o insultos y desprecios? ¿Sonrisas y palabras amigas de apoyo o prejuicios y desánimo?
Mi mente bullía de emociones. No podía dejar de pensar en qué podía llegar a ocurrirme. Por una vez en mucho tiempo, sentí inseguridad, miedo.
Sin embargo, estar junto a los míos me reconfortó y decidí disfrutar del viaje junto a mis Hermanos.
Debo dejar de escribir, pronto atracaremos en Auberdine.
Que las estrellas guíen vuestro camino,
Alarik Vientolunar.

Hemos atracado en Auberdine sin problemas ni incidencias durante el viaje, aunque este ha sido realmente agotador, se nos ha hecho interminable. Afortunadamente, no nos hemos topado con piratas, tormentas ni amenazas de ningún tipo. Una vez llegamos allí, y descansamos un poco del viaje, subimos de nuevo en nuestras monsturas y pusimos rumbo al Sur, dejando a nuestra derecha la costa, hasta llegar a Vallefresno.
Ishnu dal`dieb, Hermanos.
¿Cómo van las cosas por Ventormenta? Espero que bien. Os escribo de nuevo para seguir relatándoos los sucesos de este viaje. Nunca está de más que estéis informados de todo.

El bosque estaba algo oscuro, y Ryanne podría sentir rastros de corrupción demoníaca en el ambiente. Es posible que la maligna influencia de la Legión haya llegado hasta aquí. Sin embargo, tras una eterna caminata, vimos que el paisaje cambiaba completamente y delante se nos presentaba un inmenso bosque frondoso, con árboles cuyas copas incluso tapaban el cielo, lleno de flores, de vegetación, de vida, de luz y armonía.
La noche se nos echaba encima, debíamos encontrar un lugar seguro donde poder dormir. El bosque, a pesar de su belleza, estaba plagado de bestias salvajes acechando entre los matorrales, y comenzaba a hacer frío.
Tras mucho deambular dirección Este, divisé a lo lejos a una joven kal`dorei que luchaba con unas dagas contra un lobo blanco. Fuimos raudos a socorrerla, pero no llegamos a tiempo. La joven se deshizo con una increíble habilidad y rapidez de la bestia, que yació muerta en el suelo.
Se mostró muy molesta con nosotros por solo pensar que ella podría necesitar ayuda alguna. Lo cierto es que era muy rápida y ágil, y era buena con las dagas. Resultó ser una centinela novata, aunque muy eficaz en lo que hacía.
Le preguntamos dónde habría un lugar donde pasar la noche, a lo que respondió que el poblado de Astranaar era lo más cercano. Sin embargo, para nosotros no era una buena opción puesto que la luna ya estaba alta en el cielo y ese lugar aún se encontraba muy lejos. Nos contó que si buscábamos algún sitio más cercano, podríamos probar en la Atalaya de la Maestra, que se encontraba algo más cerca de nuestra posición. Pero nos advirtió que allí "no eran buena gente".
Sin darme tiempo a preguntar a qué se refería con esa última frase, se escabulló entre los árboles y arbustos sin dejar rastro, tras lo cual decidimos continuar camino.
Al poco tiempo la Hermana Elliam, que iba un poco más adelantada que el resto del grupo, volvió corriendo a lomos de su elekk para indicarnos una casa junto al camino, más adelante. Quizás podríamos pedir asilo.
Misteriosamente, no había nadie allí, y todo estaba en perfectas condiciones. Tras investigar el sitio, comprobamos que se trataba de una biblioteca de druidas. Tenía una notable cantidad de estanterías repletas de tomos de herboristería, botánica, druidismo y zoología. A falta de algo mejor, decidimos pasar allí la noche, aunque fuese en el suelo, estableciendo turnos de guardia por si algún vigilante pasaba por allí. La Hermana Eladriel se ofreció voluntaria para el primer turno de guardia.
Eso ha sido todo por hoy, Hermanos. Dejo de escribir, pues mañana nos espera otro largo y duro día de viaje, y necesito descansar. Cuidaos mucho.
Que las estrellas iluminen vuestro camino,
Alarik Vientolunar

Una carta enrollada como un pergamino aparece en el buzón de la Sede del Cónclave de Piedra. Al final de la misma se halla la firma de Alarik Vientolunar. Dice así:

De este modo descubrí que mi interés por el estudio y el conocimiento me viene de familia. Observé en una calma contemplativa el lugar, tras lo cual salí al exterior para observar el cielo y reflexionar un poco sobre todo esto, mientras que el resto de Hermanos terminaba sus preparativos para continuar el viaje.
Ishnu dal`dieb, Hermanos,
Seguramente os preguntéis el motivo de enviaros tantas cartas. La razón es que apenas soy capaz de conciliar el sueño por las noches. No dejo de darle vueltas a todo lo que me espera en el Claro de la Luna y no se me ocurre otra cosa que hacer que escribir. Necesito contarle a alguien mis vivencias, narrar mi viaje en búsqueda de un desenlace a toda esta locura. Y a quién mejor que a vosotros, mis Hermanos.
Al despertar esta mañana, pude notar a Eladriel algo extraña. Decía que no había dormido bien, pero comprobé que observaba la biblioteca en la que habíamos pasado la noche de un modo inquietante. Se le escapó entre susurros que este lugar le traía muchos recuerdos. Tras unos momentos tratando de sonsacarle algo, me confesó que mi padre, al que no llegué a conocer, solía ser el encargado de esta biblioteca.

Cuando todos estuvieron listos, subimos a lomos de nuestras monturas y continuamos con el largo camino que teníamos por delante.
Al rato de emprender la ruta, observamos que nos estábamos acercando a la Atalaya de Maestra, el lugar donde la extraña centinela nos advirtió de que "no eran buena gente". Era un lugar prácticamente de paso, por lo que decidimos asomarnos a echar un vistazo, por si había algo irregular, algo en lo que pudiésemos prestar ayuda.
Al mediodía llegamos al poblado de Astranaar. Nada más entrar a la aldea, nos recibió de forma muy cortés Earwenn, la amiga de Eladriel que la ayudó a descubrir los pérfidos secretos de Mandart y a que nos reencontráramos como hermanos. Es una persona a la que tanto Eladriel y yo le debemos mucho.


Earwenn conocía a estos druidas, por lo que en principio no deberíamos tener muchos problemas para que nos dejaran dormir allí. Sin embargo, con todo el revuelo que se había formado en la comarca con el asunto de mi juicio, era mejor ir sobre seguro. Sería más prudente despojarnos de nuestros tabardos del Cónclave de Piedra y hacernos pasar por un grupo de amigos de Earwenn que se dirigía a inspeccionar la corrupción de la tierra en Frondavil. Por si acaso, también adoptaría un falso nombre, Taravar Cantocolina.
Dejamos a Earwenn hablar. Se presentó ante uno de los Protectores Cenarion que regían el lugar, y tras contarle lo que habíamos acordado previamente, el Protector no se creyó ni una palabra. Me reconoció al instante y supo adónde nos dirigíamos.
No obstante, se mostró comprensivo con nosotros y nos dejó refugiarnos esa noche allí con la condición de que no contáramos a nadie que habíamos recibido ayuda alguna en ese lugar. Asimismo, el Protector nos advirtió de la corrupción que existía en Frondavil, que llegaba a tal magnitud que acogía a agentes de la Legión Ardiente. Y no había otro camino para llegar a Claro de la Luna que cruzar toda esa región.
Me deseó suerte en mi juicio, y nos dejó que nos instaláramos para dormir, cosa que le agradecimos enormemente.
Y eso fue todo en el día de hoy, Hermanos. Escribo estas líneas desde el mismo refugio, intentando apaciguar mis miedos. Mañana nos espera otro largo día de viaje. Cuidaos mucho, y permaneced siempre unidos.
Que las estrellas iluminen vuestro camino,
Alarik Vientolunar

En la puerta nos recibió un guardia con cara de pocos amigos, que nos echó de allí con muy malos humos. Intentamos razonar con él, pero se apresuró a dar la alarma, por lo que tuvimos que salir de allí al galope, no nos convenía meternos en problemas.
Me extrañó muchísimo ese comportamiento. No lograba comprender por qué nos había tratado de esa manera, si íbamos en son de paz. Sea como fuere, no podíamos detenernos demasiado, el tiempo apremiaba y había que llegar al Claro de la Luna cuanto antes. A la vuelta, si es que conseguía volver, habría tiempo suficiente para desentrañar ese misterio.


Abandonamos Astranaar y continuamos al Este. Comenzaba a ocultarse el sol, el cansancio comenzaba a hacerse evidente y mucho nos temíamos que tendríamos que pasar otra noche en Vallefresno.
Bedwyr, que iba delante, oyó unos ruidos y al galope de su brioso corcel, se adelantó para explorar. Volvió sobresaltada, avisándonos de que justo al norte de nuestra posición había un nutrido grupo de orcos, y que incluso había visto un hacha de doble filo volar cerca de donde ella estaba.
Orcos de patrulla en Vallefresno... Era evidente que no estaban simplemente pasando un día en el bosque, de picnic. Decidimos no arriesgar y aligerar el paso para evitar que nos detectaran.
Tras mucho galopar, y tomar finalmente el camino que llevaba hacia Frondavil, notamos que la noche se nos echaba encima y tanto nosotros como nuestras monturas necesitábamos descansar. Nos topamos con el Refugio de la Algaba, un pequeño santuario de druidas que veneran al espíritu animal del oso. Era un lugar ideal donde pasar la noche, y también nos serviría para despistar a la patrulla de orcos que vendría seguramente detrás de nosotros.
Un día más tarde, los Hermanos del Cónclave de Piedra que decidieron quedarse en Ventormenta vuelven a recibir otra carta de Alarik. Dice así:
Tras agradecerle todo lo que había hecho por nosotros, se alegró mucho de conocernos, especialmente a mí, el hermano perdido de Eladriel, "el gran Alarik Vientolunar". Me comentó que el caso de mi juicio del Círculo Cenarion se había hecho muy famoso en toda la región. Quizás eso explicaría el trato del guardia antes, en la Atalaya de Maestra. Parece ser que se ha corrido la voz y todos me ven como un asesino sanguinario.
Earwenn, sin embargo, estaba dispuesto a seguir ayudándonos, y se ofreció para acompañarnos hasta Frondavil, a lo que accedimos gustosamente.

Estuvimos en silencio durante varias millas de viaje. Todos alerta ante cualquier amenaza, cualquier ataque. Daba la sensación de que el bosque estaba vivo y agonizaba pidiendo ayuda.
Llegamos al Santuario Esmeralda, un pequeño refugio de druidas que combaten la corrupción del lugar y tratan de hacer frente como pueden a la Legión Ardiente. Decidimos hacer una pequeña parada allí para descansar. Cuál fue nuestra sorpresa al encontrarnos allí nada más y nada menos que con el Hermano Baran, que había decidido salir de Ventormenta un par de días antes que el resto.
Ishnu dal`dieb, Hermanos,
Otra noche de soledad, insomnio, melancolía. No puedo dejar de escribir. De veras que necesito escribir estas líneas o acabaré volviéndome loco. Siento que conforme nos acercamos a Claro de la Luna, mi angustia aumenta. Sólo la compañía de mis Hermanos me da esperanzas para continuar adelante.
Hoy hemos abandonado el Refugio de la Algaba temprano. Estábamos muy cerca de la frontera que separa Vallefresno de Frondavil. Una vez llegásemos a Frondavil, el viaje se dificultaría exponencialmente. Es una tierra corrupta, repleta de bestias salvajes y, según nos dijo el Protector Cenarion la noche anterior, invadida por agentes de la Legión Ardiente. Iba a ser un día muy duro. Y vaya si lo fue.
Al poco rato de ponernos en marcha, ya pudimos vislumbrar el drástico cambio de la tierra fértil, bella y fresca a una tierra sucia, envenenada, color ocre, corrompida y con olor a putrefacción por todos lados. Habíamos llegado a Frondavil. Fue entonces cuando Earwenn, la amiga de Eladriel, se despidió de nosotros, pues debía volver a Astranaar. A partir de aquí continuábamos los Hermanos del Cónclave de Piedra en solitario.

La razón de no querer hacer viaje junto al resto del grupo fue la búsqueda y recopilación de datos e información que pudieran sernos útiles para preparar mi defensa en el juicio ante el Círculo Cenarion. Sin embargo, me confesó que hasta ahora no había habido suerte. Baran confiaba no obstante en tener acceso a la biblioteca del Círculo Cenarion una vez que llegásemos al Claro de la Luna.
Ya que nos habíamos encontrado, decidimos continuar el resto del viaje juntos. Tras un rato de charla con Baran, ordené a los Hermanos que volvieran a tomar las riendas de sus monturas; era hora de seguir adelante.
Sin embargo, no hubo suerte, y tuvimos que volver al exterior para encontrarnos con el resto de parejas.
Nos reunimos en el claro, en la entrada al asentamiento. Ninguno de los pequeños grupos de reconocimiento había obtenido pista alguna. Nuestro siguiente movimiento fue adentrarnos en grupo en un gran túmulo druida ocupado por el Consejo de la Sombra. Parecía ser su principal lugar de reunión. Allí nos dirigimos. Eliminábamos a todos los cultores que salían a nuestro paso. Ellos eran muchos y muy peligrosos, pero nosotros estábamos muy unidos y avanzábamos sin problemas, salvo pequeñas heridas puntuales.



Tras unas pocas millas de viaje dirección Norte, Bedwyr decidió adelantarse un poco para explorar el terreno, tras lo cual galopó a toda velocidad. Momentos después, Elliam se preocupó, pues hacía mucho que Bedwyr se había ido. No era común en ella. Elliam decidió salir en su busca, prometiendo volver pronto. Al rato regresó, no había ni rastro de ella.
Comenzamos a preocuparnos. Tratamos de contactar con Bedwyr usando nuestras piedras de comunicación, pero el silencio fue la única respuesta que recibimos. Optamos por aligerar el paso todo el grupo, quizás conseguíamos alcanzarla, con suerte.
Un poco más adelante había una bifurcación en el camino. Un camino al Norte, que era la ruta que debíamos seguir, y otro al Oeste, que conducía a un enorme asentamiento de cultores del Consejo de la Sombra. Un peligroso grupo de brujos, hechiceros, nigromantes y guerreros controlados por los demonios de la Legión Ardiente. Iban acompañados de manáfagos, sátiros, guardias viles...
¿Cabía la posibilidad de que Bedwyr se hubiera equivocado de camino y hubiera sido capturada por el Consejo de la Sombra? Solo había una forma de averiguarlo. Decidimos entrar en tromba, arramblando con todos los cultores y monstruos que les acompañaban.
El campamento estaba situado en un gran claro en el bosque, rodeado de ruinas, en el que la tierra era más negra y pestilente. Había pequeñas cuevas y cabañas alrededor. Con el fin de cubrir más terreno, di la orden de separarnos en parejas para buscar a Bedwyr. Yo me adentré en una de las cavernas con el Hermano Thierry.

Cada vez había un mayor número de enemigos, y nuestra desesperada búsqueda de Bedwyr no parecía tener fin. Seguíamos intentando contactar con ella usando nuestras piedras de comunicación, pero seguíamos sin recibir respuesta.
Más adelante, llegamos a otra sala en la que un buen número de cultores estaban realizando una especie de oscuro aquelarre prohibido con un cadáver humano que yacía en un altar. Cargamos contra ellos y despejamos la sala. No encontramos ningún rastro de Bedwyr, pero si le estaban haciendo algo parecido en otra sala... el Consejo de las Sombras iba a conocer nuestra ira.
Dentro del túmulo el aire era prácticamente irrespirable. Apestaba a muerte, a descomposición. Hacía un calor sofocante. Me dolió especialmente comprobar el estado actual de un antiguo túmulo druida, repleto de agentes de la Legión; aquello parecía la mismísima antesala del infierno.
En aquel laberíntico lugar, avanzábamos descendiendo por pasillos y adentrándonos en salas cada vez más oscuras, pestilentes y peligrosas. Cuál fue nuestra sorpresa al ver en una de ellas, una serie de pequeñas celdas, donde tenían a unos cuantos kal`dorei capturados, a los que liberamos de inmediato. Lamentablemente, Bedwyr no estaba allí.

Decidimos apresurarnos, el tiempo era vital. Seguimos descendiendo, acabando con hordas de enemigos. Nos dimos cuenta de que la amenaza a la que nos enfrentábamos era muy grave cuando Baran recogió del cuerpo de un sátiro una especie de medalla con una "J" grabada en ella. Esa "J" hacía referencia a Kil`Jaeden, uno de los más acérrimos sirvientes de Sargeras, el Titán destructor de mundos. Debíamos extremar precauciones, pues posiblemente estos cultores y demonios estaban controlados directamente por él.

Pese a que estábamos siendo demasiado temerarios y nos estábamos jugando nuestras vidas, llenamos de coraje y valor nuestros corazones y decidimos seguir adelante, fuesen cuales fuesen las consecuencias. Nos paramos un momento a sanar nuestras heridas y seguimos descendiendo por el túmulo. Parecía que íbamos a llegar al mismo centro del planeta.
Entramos en una sala y no pudimos evitar dar un paso atrás, temerosos por un instante. Nos topamos frente a frente con nada más y nada menos que un Nathrezim, lo que en lenguaje humano se llamaría un Señor del Terror. Los Nathrezim son unos poderosísimos agentes de la Sombra, seres llenos de oscuridad y corrupción. Son el mal en sí mismos.


Aquel día, Dandra entró a toda prisa en la Sede, con un pergamino en sus manos.
-¡Hermanos, Hermanos! ¡Tenemos otra carta de Alarik desde Kalimdor, vamos a leerla!
La colocaron en la mesa y la leyeron detenidamente. Estaban ansiosos por saber cómo le iba a Alarik y al resto de Hermanos, embarcados en esta singular aventura. La carta decía así:

Me ofrecí para cubrir el primer turno de guardia, y lo estoy aprovechando para escribir esta carta. No creo que pueda pegar ojo en toda la noche, sigo preocupado por Bedwyr.
Espero que las cosas os vayan mejor que a nosotros allí en Ventormenta, Hermanos. Pronto os volveré a escribir, cuidaos mucho.
Que las estrellas iluminen vuestro camino,
Alarik Vientolunar

Tras detenernos a recuperar el aliento y curar nuestras heridas, y percatarnos de que todos estábamos bien, exploramos la sala. El túmulo parecía acabar ahí. Si había alguna pista o evidencia de que Bedwyr estuviera por ahí, debería estar en esa sala, así que rastreamos cada palmo del lugar... Sin encontrar nada útil.
De repente nos detuvimos, podíamos sentir algo extraño. Algo ocurría, y no éramos capaces de adivinar el qué. La tierra comenzó a temblar bajo nuestros pies, pequeñas rocas comenzaron a desprenderse del techo y las paredes. ¡El túmulo se estaba derrumbando! Sin duda era obra del Nathrezim, su forma etérea no estaba dispuesta a dejarnos salir de allí con vida.
Nos miramos y supimos que solo podíamos hacer una cosa: correr. Comenzamos a deshacer el camino andado a toda velocidad, con el túmulo viniéndose abajo tras nosotros.
Afortunadamente, logramos salir de ese lugar justo a tiempo. Estábamos a salvo. Sin embargo, seguíamos sin saber nada de Bedwyr. Parecía que no estaba allí. Con un poco de suerte, habría llegado hasta el Claro de la Luna, y estaría sana y salva.
Cogimos nuestras monturas de nuevo, y escapamos del lugar al galope, teníamos que alejarnos de allí todo lo posible.
La oscuridad se cernía sobre nosotros, caía la noche sobre Frondavil. No había ningún refugio, posada, taberna ni nada parecido en muchas millas de distancia. Tuvimos que salir del camino para establecer un campamento improvisado en unas antiguas ruinas. No era un lugar del todo seguro, pero en toda Frondavil no había nada mejor. Hicimos una fogata y nos tumbamos a descansar, estableciendo turnos de guardia.
También son llamados Thal Kituun, que significa "Huésped invisible". Es por esto que es imposible "matar" completamente a un Señor del Terror, ya que son capaces de tomar residencia en los cuerpos y corromper todo lo que hay a su alrededor. Es posible derrotar solo su parte física, pero siempre acaban volviéndose a manifestar de alguna u otra forma.
Estábamos en problemas, en serios problemas. Y ya no había escapatoria. Solo había dos opciones: Luchar o morir. Nos miramos los unos a los otros y escogimos luchar. Gritamos de rabia y cargamos todos a la vez contra él.
Posiblemente sería nuestro último combate, nuestra última batalla. Al menos, moriría tranquilo al saber que lo haría por mis Hermanos; junto a ellos. A pesar de estar enfrentándonos a una muerte segura, seguí combatiendo con todas mis ganas, con lágrimas asomando tímidamente por mis ojos.
Contra todo pronóstico, nuestras fuerzas se multiplicaron, nuestros corazones latieron al unísono, nuestra unión nos hizo más poderosos que mil ejércitos juntos, y tras unos momentos de intensa lucha que se nos hicieron eternos, conseguimos derrotar al Nathrezim.
Tras leer la última misiva de Alarik, que Dandra ha colgado en el tablón del interior de la sede, Naissa se sienta en una de las toscas mesas y escribe, a su vez, unas breves frases que espera que lleguen a su destino.
Qué hay.
Las ojerras van a haserrte juego con el pelo, deberrías tomarr una infusión parra el descanso.
Hase dos días había en la puerrta un macho, un tal Daroh. No quiso desirrme de qué te conosía, y que me aspen, elfo, le invité a entrrar, y lo rechasó, dile a Elliam que me esfuerrso en serr malditamente educada, y aún así siguen mirrándome como si me salierran babosas porr el -palabra ininteligible tachada.- ¿Instrucsiones, si vuelve porr aquí? Que los Naarru velen porr vosotrros.
Y no te dejes matar, ¿quierres?"
- Se detiene. ¿Y si lo matan? ¿Y si no sale de esta? ¿Es adecuado bromear con el descanso cuando quizá tenga ante sí el más largo e inevitable de los sueños? No tiene tiempo para andarse con delicadezas sociales, al cuerno. -
Sopla la tinta y, sin releer, la pliega, la sella y se dirige hacia el establo donde las aves mensajeras llevarán la carta al grupo en camino.

Fuimos al galope, sin detenernos por nada, siguiendo el camino hacia el Norte; no tenía pérdida. Tras una larga y cansada travesía, llegamos hasta el Bastión Fauces de Madera, donde nos estaba esperando Bedwyr.
Ishnu dal`dieb, Naissa,
Agradezco mucho que por fin alguien me haya contestado a mis cartas. Me produce una cálida sensación de alegría saber que todo va bien por allí. Saluda de mi parte al resto de Hermanos. Lo cierto es que se os echa de menos aquí.
En cuanto a Daroh, por favor, tratadle bien. Es un amigo de la Hermana Dandra, y me ha hecho un par de favores, por lo que también podría considerarlo amigo mío. A pesar de ser alguien ajeno al Cónclave de Piedra, parece estar en comunión con las Antiguas Enseñanzas y sus valores, podría ser un buen Hermano si se lo propusiera.
Te escribo desde una pequeña posada del Claro de la Luna. Me produce mucha calma saber que el viaje ha terminado, aunque lo peor esté por llegar. El juicio se celebrará mañana.
Esta mañana despertamos debido a que nuestras piedras de comunicación emitían unos fuertes sonidos muy extraños. Se trataba de Bedwyr, al fin daba señales de vida.
Nos contó, a pesar de las interferencias, que estaba en el Bastión Fauces de Madera, en el túnel custodiado por fúrbolgs que hay que cruzar para llegar al Claro de la Luna.
Le ordené que permaneciese allí, que la veríamos a la entrada. Desperté a los Hermanos y subimos rápidamente a lomos de nuestras monturas. Abandonamos nuestro improvisado campamento a toda prisa.

La abracé aliviado por verla viva, sana y salva. Le pregunté qué es lo que le había ocurrido, pero prefirió darme las explicaciones más tarde, una vez que hubiésemos cruzado el túnel.
Nos adentramos en él. Estaba repleto de fúrbolgs que nos miraban con desconfianza, no les gustaba vernos allí. Sin embargo, no fueron hostiles con nosotros... Excepto con Ryanne, a la que vieron como una amenaza al tratarse de una Caballera de la Espada de Ébano. Víctimas del pánico, la atacaron en grupo, pero les detuvimos a tiempo, sin violencia, para convencerles de que Ryanne venía en son de paz.
Consideré que ahora era el momento idóneo para que Bedwyr nos explicase qué le había ocurrido el día anterior. Muy avergonazada, nos contó que simplemente no creyó en aquel momento que se había alejado tanto, y parece ser que su piedra de comunicación dejó de funcionar. Intentó volver a por nosotros pero no nos encontró, por lo que decidió continuar aún más adelante, hasta el Bastión Fauces de Madera.
Allí se ganó la confianza de los fúrbolgs ayudándoles con algunos pequeños encargos, hasta que la dejaron pasar. Y fue gracias a eso que también nosotros pudimos cruzar el túnel, al ir con ella.
Tras terminar Bedwyr de contarnos su historia, nos percatamos de que debíamos seguir camino hasta encontrarnos finalmente con los druidas del Círculo Cenarion; no me convenía hacerles esperar aún más.
No obstante, antes de seguir, Ryanne dudó sobre si debía acompañarnos. Pensaba que la presencia de una Caballera de la Espada de Ébano pondría seguramente muy nerviosos a los druidas, igual que puso nerviosos a los fúrbolgs del túnel, y que por lo tanto solo traería problemas.
Tras conversar con ella largo y tendido, logré que accediera a seguir adelante con nosotros. No debía temer, pues ella no venía como una caballero de la muerte, sino como una Hermana del Cónclave de Piedra, acompañándome igual que los demás. No muy convencida, asintió y nos pusimos en camino al Amparo de la Noche, el poblado del Claro.
Un poco antes de llegar al poblado, en una bifurcación del camino, nos esperaba una druida tauren, que se presentó con el nombre de Tahra Pezuña de Sangre. Se ofreció a acompañarnos hasta el poblado, a nuestras habitaciones, para que descansáramos. El juicio sería mañana a la caída del sol, nos dijo. Ya estaba todo listo.


Debo dejar de escribir ya y tratar de dormir, mañana es el gran día y debo estar descansado. Deseadme suerte, Hermanos. si todo va como espero, pronto estaré de vuelta en mi amada Sede.
Que las estrellas guíen vuestro camino,
Alarik Vientolunar

No quisimos tentar a la suerte y permanecer allí más tiempo del necesario, por lo que nos dimos prisa por abandonar ese túnel de una vez por todas.
Tras una buena caminata por aquellas lúgubres galerías, finalmente volvimos a campo abierto. Allí estábamos por fin, en el Claro de la Luna.


Como ya dije antes, os escribo desde la habitación. Me ha tocado compartirla con Elliam, Ryanne y Bedwyr. Los demás están instalados en las habitaciones inferiores. Por suerte, hay camas para todos.
La seguimos, y nos advirtió de que los ánimos en el Claro de la Luna estaban muy revueltos por mi caso. En el juicio debía tener mucho cuidado y medir muy bien mis palabras.
Tahra nos llevó a la posada, donde ya tenían unas habitaciones listas para mí y para mis acompañantes, mis Hermanos. Al llegar, me deseó suerte y se despidió de nosotros.
Naissa no tardó en recibir respuesta de parte de Alarik. Leyó su nueva misiva con gran interés, y es que en su interior, sabía que ella también hubiera deseado acompañarle en estos duros momentos.
Sentada en la mesa pequeña de la Sede, bajo las escaleras, a la luz de un candil, entrecerró los ojos y adoptó una pose meditativa para comprender correctamente la letra de Alarik.

Justo a la caída del sol, se reclamó nuestra presencia en el túmulo de Tempestira, donde tendría lugar el juicio. Allí nos esperaba el juez, un druida desconocido para mí, vestido con una elegante túnica ritual similar a la mía, con aspecto de ser bastante más mayor que yo, con un gesto muy serio. No dijo ni una palabra, tan solo me clavaba la mirada sin cesar, siguiendo mis movimientos con sus ojos, como si tratara de leer mi alma.
A su derecha se encontraba presidiendo el acontecimiento el líder del Círculo Cenarion, el mismísimo Fandral Corzocelada. Como él es mi shan`do (maestro en lengua humana) fui raudo a saludarle. Sin embargo, para mi sorpresa, me recibió con un frío, breve y desalentador saludo. Al ver tras de mí a Ryanne y a Thierry, me preguntó por ellos. Arqueó una ceja de manera inquisitiva cuando le conté que eran Hermanos míos, que me acompañaban, y que de hecho Ryanne fue testigo directo del incidente por el cual se me juzagaba. Aquello no me dio buena espina.
Ishnu dal`dieb, Hermanos,
Como sé que estábais esperando, os envío una nueva carta, esta vez para relataros por fin cómo terminó el juicio y su veredicto. Os contaré punto por punto cómo sucedió todo.
Pasé el día, desde bien temprano por la mañana hablando largo y tendido con los Hermanos que me acompañaron, con Eladriel, con Ryanne, con Beravis, Elliam, Mandrake, Thierry, Bedwyr... Todos me daban su punto de vista de la situación y me mostraban su apoyo. Pero sobre todo hablé con Baran. Él iba a encargarse de preparar mi defensa ante el jurado, por lo que debía contarle todos y cada uno de los detalles de los sucesos por los que se me juzgaban. Mientras tanto, mi nerviosismo iba en aumento; el momento se acercaba.

A un lado del altar se encontraba Ryuky, el hermano del fallecido Nanadel Darkbooster, quien me acusaba ante el Círculo Cenarion del asesinato de éste. Me miraba desafiante, sin apartar la mirada. A pesar de que me veía en esa situación por su culpa, fui a saludarle. Me disculpé una vez más por todo lo sucedido, y le hice saber que esperaba que todo se solucionase de una vez por todas de una manera pacífica y sobre todo justa.
Me pidió que no le guardase rencor por haberme denunciado ante el Círculo, pero era algo que debía hacer. Y yo lo entendía, pues sinceramente habría hecho lo mismo en su lugar.
El juez nos ordenó que ocupásemos nuestros lugares, el juicio iba a comenzar. Fandral y él estaban frente a mí, que ocupaba el centro del altar, como acusado. Ryuky estaba colocado a mi derecha, como delator, y Baran se apresuró a colocarse en el escalón de la defensa, a mi izquierda. El resto de Hermanos y de druidas que acudieron a presenciar el evento, se encontraban tras de mí, en las escalinatas de subida al altar.
Por suerte, el jurado no presentó ningún inconveniente al respecto, aunque sí es cierto que les pareció cuanto menos, insólito.
El juicio empezó con los interrogatorios al acusado, es decir, a mí. La acusación iría en primer lugar, por lo que Ryuky bajó de su escalón y, caminando lentamente, se colocó frente a mí, clavándome sus ojos como estacas, seguramente quería prentender que me pusiera más nervioso aún y cometiera algún fallo al contestar a sus inquisitivas preguntas.
A la hora de dirigirse a mí, hizo mucho hincapié en que yo, según él, asesiné a sangre fría a su hermano sin dudar ni un momento, y que además lo hice cuando estaba derrotado, pidiéndome clemencia arrodillado ante mí, a pesar de que Vothrel, que estaba presente en aquel momento, me aconsejó que no lo hiciese. Y que para colmo, el combate anterior no fue justo, pues éramos cuatro contra uno. Ryuky sin duda iba a por todas, pues yo diría que sacó su artillería pesada desde el principio, preguntando muy agresivamente y empleando palabras muy duras, buscando desestabilizarme.



Antes de que todo comenzase, quise decir unas palabras al jurado que creía convenientes, ya que no es muy común que un druida del Círculo Cenarion confíe su defensa en un evento de este tipo en un exarca draenei.

Después tuvo lugar el interrogatorio de la defensa. Baran se acercó a mí y me pidió que confirmase públicamente el hecho de que Darkbooster había planeado asesinarme por lo menos en tres ocasiones anteriores, y que me citó en el lugar del suceso, la Arena Gurubashi, mediante engaños, con el objetivo único de tenderme una emboscada y matarme, presa de su locura, tras lo cual tuve que obrar en legítima defensa.
Ambos nos compenetramos bien, y tras todo esto, Baran sobre todo quiso dejar bien clara al jurado la siguiente idea:
Baran me había aconsejado previamente que contestara lo mínimo para así evitar meter la pata. Era muy importante que midiera exhaustivamente mis palabras, que no me pusiera nervioso y que sobre todo no me declarase abiertamente como culpable de asesinato en ningún momento, pues ese detalle, simple en apariencia, era verdaderamente de vital importancia y podría llegar a dar al traste con la defensa que él tenía preparada.
Esquivé la durísima ronda de preguntas de Ryuky como pude, aunque por cómo me miraba Baran comencé a pensar que algo fallaba, quizás había hablado demasiado, o había dicho algo que no me convenía de cara a mi defensa. Al terminar su interrogatorio, Ryuky volvió a su puesto con una sonrisa de triunfo en sus labios, lo cual confirmaba mis sospechas. El juez mantenía en mí una mirada aún más seria, si cabe. Esto no empezaba nada bien.
Busqué consuelo en mis Hermanos, así que miré atrás, y observé una galería de miradas amigas, cálidas sonrisas de apoyo y gestos de ánimo. Gracias a eso volví a recobrar la confianza en mí mismo, y pude afrontar el resto del juicio con más calma.

A lo cual contesté rotundamente con un clarísimo NO. Con esto Baran dio por finalizada la ronda de interrogatorios al acusado.
Volví a mirar a mis Hermanos, resoplando aliviado, y tratando de mantener la calma, respirando hondo. Sus miradas me transmitían paz y tranquilidad, justo lo que necesitaba, pues aún estaba temblando, temeroso por el devenir de los acontecimientos. Eran muchas emociones juntas.
Era el turno ahora de interrogar a los testigos. Sin embargo, la única persona que presenció el suceso y que se encontraba presente en la sala era Ryanne, así que fue llamada a declarar, y se colocó a mi lado.

Ryuky la asaltó con sus insidiosas preguntas, en las que pretendía que confirmase todos los hechos de los que él me acusaba, sobre todo sobre el hecho de que en aquel fatídico día combatimos cuatro a la vez contra su "indefenso" hermano: ella misma, Vothrel, Alysha y yo, contra Darkbooster. La gélida naturaleza, nunca mejor dicho, de Ryanne, hizo que ella pudiera encajar las preguntas sin lugar a error, sin inmutarse y sin ponerse para nada nerviosa. Algo frustrado, Ryuky finalizó su interrogatorio y fue el turno de Baran.

Baran optó por resaltar la pertenencia de Ryanne al Cónclave de Piedra, por lo cual me debía lealtad a mí, su Gran Maestre, y a la obligación que ella tenía de defenderme ante cualquier peligro. Ryanne respondió sin vacilar y consiguieron reforzar en cierto modo la defensa de Baran. Ambos hicieron un buen papel.
Ryanne se dio la vuelta, y sin más, regresó junto al resto de asistentes al juicio. Era ahora el momento de presentar las pruebas documentales.
Ryuky se dio mucha prisa en presentar al jurado un documento en el cual, según él, se podía verificar que en el momento del incidente Vothrel me dijo repetidas veces que no ejecutase a Darkbooster, a lo que hice caso omiso.
Ninguno sabíamos de dónde podía haber sacado ese documento, y cómo se podía demostrar con eso que tal suceso fue así. ¿Se trataba acaso de una prueba falsa? Ryuky afirmó con un tono siniestro que dicho documento lo consiguió de manos de un mensajero que resultó herido de camino a Claro de la Luna.
Esto dio como resultado un conjunto de quejas y protestas de los Hermanos presentes, pues con ese comentario el acusador insinuaba que nosotros habíamos herido a ese mensajero, lo cual no era cierto. Esto aumentó la tensión de la sala y puso los nervios de todos a flor de piel.
Baran, por su parte, venía cargado de pruebas y documentos, lo cual me dio fuerzas. Estaba claro que había estado trabajando duro en este caso.
El día del juicio, los Hermanos que se quedaron en Ventormenta no podían ocultar su nerviosismo. Normalmente se reunían en la Sede para charlar, o se dedicaban a estudiar manuscritos antiguos o a hacer recados de aquí para allá, pero no en esta ocasión.
Esta vez, los Hermanos en la Sede se miraban entre sí con ojos apagados, sin saber muy bien qué hacer, pero tampoco hablaban acerca de lo que le podría estar ocurriendo a Alarik. No hacía falta decir nada.
Tan solo esperaban con ansia el momento en el que llegara una nueva misiva desde Kalimdor, para saber cómo se desarrolló el juicio.
Pasados unos días, dicho momento llegó. Finalmente, conocerían qué le ocurrió a su Gran Maestre. Todos se reunieron en silencio, en el salón de la Sede. Vibrando de la emoción y la incertidumbre, tomaron asiento, y escucharon atentamente mientras el Hermano Madarame leía en voz alta la carta:

Ser expulsado del Círculo Cenarion y exiliado del Claro de la Luna es un gran motivo de verguenza y humillación para mí, pero lo cierto es que conseguí salir bien parado, pues bien podrían haberme encerrado eternamente o haber exigido mi cabeza servida en bandeja de plata. Elliam, Bedwyr y Baran consiguieron hacerme ver que nada era comparable a poder volver a nuestra Sede, y poder veros a todos vosotros de nuevo, y poder seguir adelante luchando juntos en el Cónclave de Piedra. Son unas palabras que agradecí muchísimo.
Comuniqué con gran alegría a los demás que volvíamos a casa. Unos hipogrifos nos esperarían para trasladarnos hasta Auberdine, donde cogeríamos el barco de vuelta hasta Ventormenta. Escribo estas líneas desde el barco. Para cuando os llegue esta carta, faltará muy poco para que atraquemos en el muelle de la ciudad.
Deseo fervientemente veros de nuevo y abrazaros, Hermanos. Y muy pronto estaré allí.
Que las estrellas guíen vuestro camino,
Alarik Vientolunar
Todos los Hermanos corrieron a felicitarme entre abrazos y llantos de emoción, y yo al fin pude respirar tranquilo y volver a sentir mi corazón latiendo con normalidad. Ryuky se dirigió a mí para felicitarme muy cordialmente, cosa que me sorprendió. Volvió a pedirme que no le guardase rencor. Yo le reiteré mis disculpas por el cúmulo de sucesos que nos habían llevado a esta situación. Ambos fuimos a hablar con Baran, para darle la enhorabuena por su brillante defensa. Sencillamente, le debía la vida, y es algo que jamás podré agradecerle lo suficiente.
Quise hablar con Fandral, pero él ya había desaparecido de la sala. Supongo que es la última vez que veo a mi shan`do.
Todos comenzaron a desalojar el lugar, y finalmente solo los Hermanos quedaron allí conmigo. Me paré un momento a reflexionar.

En primer lugar, mostró al jurado un documento que corroboraba la antigua pertenencia de Nanadel Darkbooster al Cónclave de Piedra, antes de que enloqueciese y nos abandonara. Fue a partir de entonces cuando se obsesionó con acabar conmigo, y ocurrió todo esto. Con esto Baran quería demostrar que, a pesar de todo, Darkbooster aún seguía siendo visto como un Hermano más por todos nosotros, y se le seguía teniendo aprecio. Afirmó con esto al juez que no había intención homicida en mi acción, sino simple y llana reacción de supervivencia, pues tarde o temprano acabaría conmigo.
También hizo público un contrato de arrendamiento que Darkbooster hizo de la taberna que hay en el Parque de Ventormenta, justo frente a la Sede. Darkbooster alquiló esa taberna con la excusa de que se había reformado y que iba a regentarla, cuando en realidad la quería para estudiar nuestros movimientos y mantenernos vigilados. Y es que Darkbooster no sólo quería acabar conmigo, sino que en su psicótica locura quería erradicar al Cónclave de Piedra en su totalidad.
Baran comenzaba a mostrar sus dientes, y comenzaba a hacerse notar en la defensa con unos buenos argumentos y una estrategia muy bien estudiada. Tuve deseos de felicitarle por su labor, pero aún era muy pronto para festejar nada. Hasta que esto no acabase, no sabríamos qué iba a ser de mí.
El juicio llegaba a su ronda final, pues solo quedaba el alegato final de la acusación y la defensa, respectivamente. Ryuky se dirigió al juez en primer lugar.
Muy ferozmente volvió a atacarme de forma muy directa, repitiendo en gran medida su discurso inicial, durante el interrogatorio. Exigía al Círculo Cenarion que se me encarcelase de por vida por haber asesinado a su hermano a sangre fría, sin compasión ni remordimientos, en una lucha desigual, teniendo en cuenta que si, en efecto Darkbooster estaba loco, yo no había hecho nada, según él, por acompañarle y ayudarle en su completa recuperación, que era lo que se supone que debía haber hecho en lugar de matarlo.
Volví a sentir un incómodo escalofrío. Eran unas afirmaciones realmente duras y crueles. Cada frase de Ryuky me recorría las venas como si mi cuerpo conociese pronto su final. Lancé una mirada suplicante a Baran, él sabía que mi destino estaba enteramente en sus manos.
Llegado su turno, Baran se reafirmó en su postura, y recordó al jurado que Darkbooster realmente llevaba mucho tiempo planeando mi muerte y la de todos los Hermanos del Cónclave de Piedra. También desmintió las acusaciones de Ryuky de que yo matara a su hermano sin miramientos, pues realmente fue una decisión muy dura que me vi obligado a tomar, dadas las circunstancias, sin más remedio.
Lo mejor es que Baran, para asegurarse de que no me ejecutaban, guardaba aún un último recurso que decidió usar al final. Y dicho recurso fue recordar la decisión del mismísimo Malfurion Tempestira de no condenar a los druidas que habían masacrado a montones de compañeros bajo la prohibida forma de la jauría, cuando el Círculo Cenarion fue creado; acontecimiento en el que Fandral Corzocelada, presente en la sala, estuvo. De esta forma, tal y como Baran lo planteó, condenarme a mí significaría en cierta manera contradecir a Malfurion Tempestira, el primer gran archidruida que comenzó a practicar el druidismo entre los elfos nocturnos bajo el tutelaje del semidiós Cenarius, lo que provocaría un gran escándalo en el Círculo. Y con esto, dio por concluido su alegato y regresó a su sitio, no sin antes recibir una gran ovación por parte del público asistente.
Por fin llegó el momento por el que había estado tantas y tantas noches sin dormir. La suerte estaba echada. El juez, tras mucho debatir en voz baja con Fandral y meditar profundamente, carraspeó y dictó sentencia.

Por: Alarik Vientolunar